miércoles, 18 de febrero de 2015

El Fútbol como Escuela Social

Son innumerables los actores de todo el ámbito nacional que evangelizan sobre los valores asociados al deporte. Desde las frías aulas ejecutivas para potenciar liderazgos y productividad hasta las filantrópicas obras sociales para destacar el valor de la solidaridad y el trabajo en equipo Pero también son innumerables las veces en que esa retórica es un mero discurso que ni siquiera avalan los hechos de no pocos dichos evangelizadores del deporte. Terminan ganando los constructores en vez de los espectadores, los productores en vez de los hinchas, los analistas en vez de los actores. La cercanía del fútbol y de nuestros futbolistas y entrenadores, en vez de transformarse en una cualidad, se utiliza como debilidad haciendo apología de lo distante y de lo extraordinario como remedios y confundimos valor y precio. La educación en habilidades sociales recitada por los expertos, tiene en el fútbol una eficaz herramienta. La ocupación de los espacios baldíos en barrios y poblaciones, recetada como remedio contra la delincuencia, tiene en la cancha de fútbol un “gancho” bueno y barato. La educación cívica, añorada en la vida democrática, tiene en el juego limpio, el respeto al árbitro y al adversario una cátedra. El legítimo activismo de las minorías y de los derechos fundamentales han instalado exitosamente en el país la conciencia que una mayoría pisoteando a los demás es una dictadura encubierta y es tema ciudadano el respeto por todos, cualquiera sea su origen, condición u orientación. La guerra contra el racismo que el fútbol ha declarado es prueba suficiente del apoyo de este deporte a causas socialmente valiosas, por citar casos recientes. Los innovadores y emprendedores nos han convencido que la cultura del éxito termina generando frustraciones y poca iniciativa. Nos incentivan a respetar el fracaso, a mirar en él una enseñanza y volver a empezar. ¿No es eso acaso una gran lección del fútbol, en que nada se escribe hasta el minuto 90 del partido o hasta la última fecha del campeonato? Para todo podemos encontrar ejemplos en el fútbol. Ejemplos validados y comunes, difundidos y conocidos. De lo bueno y de lo malo. En esa línea, debemos concordar que el valor social del fútbol es para siempre y para todos los casos. Como la lealtad y honestidad no es indivisible, el fútbol es siempre una plataforma de aprendizaje o jamás. Pero nunca a medias. El caso que desgraciadamente afecta a Johnny Herrera y a la familia de la víctima, por los hechos que el futbolista ha sido condenado por nuestros Tribunales de Justicia, nos pone en una disyuntiva compleja y difícil. Por ello más que respuesta hay preguntas y más que certezas la duda de quienes sentimos un deber aprender y actuar correctamente. La sociedad acordó dirimir a través de la organización política, las normas jurídicas y el acto de juicio de autoridad los conflictos sociales. También ha considerado que todos merecen una justa reparación y proporcionada sanción. Exime, atenúa o agrava las conductas agraviantes según antecedentes y circunstancias. Escucha, prueba y sanciona. Posteriormente, debe desplegar las condiciones para que la vida vuelva a funcionar con los dolores propios e irrenunciables, acogiendo a víctimas y victimarios. Perdonando y arrepintiéndose. Para todos una segunda oportunidad. Los Estados se esfuerzan por compensar a las victimas e integrar a los victimarios. Esto que parece la racionalidad más elevada y una de las expresiones de la categoría humana de nuestra naturaleza, es de suyo complejo y difícil de digerir y tolerar. Y con razón. ¿Tiene en ese esquema un deportista famoso los mismos derechos de un victimario desconocido?. ¿Puede su condición de futbolista cercenar su derecho a la rehabilitación? ¿La condición famosa le impide reinsertarse? ¿No es acaso precisamente esa pública y famosa condición lo que le convierte en un exponente importante de los valores y mensajes de una sociedad que da oportunidades de reinsertarse socialmente a los que han caído?. ¿Cree en la rehabilitación social de los que han delinquido, contempla como humano y hermano al pecador quien sólo da oportunidades a algunos y se las cierra a otros? No tengo la respuesta, solo tengo la inquietud. Pero creo que en el fútbol, donde queremos instalar el juego limpio y la justicia por sobre normas, prejuicios y personas, no debiéramos tener duda alguna de como obrar en estos casos. Muchos miran y muchos aprenden de los actos del fútbol. De ahí la invitación a encontrar una respuesta. Condenar perpetuamente y desconfiar por siempre no es la clave de una sociedad adulta y democrática. No creo en las condenas sociales, en los juicios por los medios ni en las sospechas como plena prueba. Considero un crimen atroz contra los principios del estado de derecho cuándo detrás de un juicio justo no se aceptan las sentencias absolutorias de los tribunales de justicia y se persevera en la sospecha como verdad final y se considerar que si no hay condena se amañó el tribunal. Ceo en la rehabilitación y en la segunda oportunidad. Es más, la debió tener el “Cóndor” Rojas, condenado a perpetuidad. (Aún su caso es digno de atender en tribunales internacionales por tamaña violación a sus derechos fundamentales). De la misma forma, y porque hay que perdonar 70 veces 7, creo en el derecho de Johnny Herrera. Creo en el futbol porque creo en el deporte y creo en éste porque creo en el hombre. También y mucho, en usted.

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