miércoles, 18 de febrero de 2015

De Cordillera a Mar

Los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi no sólo nos trasladan a la inigualable belleza del espectáculo deportivo sino inevitablemente nos llevan a preguntarnos por qué en un país con las características geográficas del nuestro no practicamos deportes de montaña en invierno como tampoco acuáticos en ríos, lagos o mares. Hay muchas respuestas. Una apunta a lo inaccesible que resulta para la gran mayoría de los chilenos practicar dichos deportes. Es difícil encontrar un lugar de fácil acceso y habilitado para soltar amarras y echarse al agua como lo es llegar a la montaña. La montaña, los lagos y el mar están lejanos no sólo por la nula inversión en accesos sino por un efectivo blindaje en contra de la masificación de dichos lugares, generalmente usados con la privacidad y exclusividad impropia del territorio común que es. Asociar la práctica deportiva en esos sitios a sofisticados complejos de esquí o muelles de arrimo no es acertado. Hay muchos deportes de montaña o de agua, lacustre o marítima, que se pueden hacer sin más inversión que las que demanden las mínimas condiciones que permitan un acceso seguro y una práctica expedita. Argüir a la duración de nuestro invierno apunta a algo secundario. Ni tan corto para que no haya nieve por tiempo suficiente para practicar ni tan largo para que no haya aguas calmas por mucho rato. Otra respuesta podría venir por el lado de la orfandad en que los deportistas de estas disciplinas trabajan. Como son pocos y son deportes que mediáticamente no dan frutos en el corto plazo, se olvidan, desaparecen del radar de las autoridades y sus promotores se califican como quijotescos aventureros. Es aquí adonde debe intervenir el Estado y no en aquellas disciplinas donde sobran los productores y financistas privados. Es la hora del principio de subsidiariedad del Estado tantas veces (sino todas) desplazado por el principio de la rentabilidad del gasto, expresada en el retorno en imagen. Por esta causa, más las otras que usted quiera añadir, se ve lejano y complicado el camino para estar en las grandes citas del deporte de montaña y mar. Se ve lejano el día en que podamos responder a la duda legítima que se plantea cualquier hijo de vecino: ¿debiéramos ser buenos y ser muchos los chilenos que practiquemos deporte en el mar y en la montaña? Nos falta convicción para abordar los sueños deportivos propios de la tertulia pero hoy más posibles que nunca. La convicción que supone volcarse en lo que sea posible para alcanzar un objetivo deportivo más que la convicción en un instrumento funcional a concretar dicho fin. El desarrollo económico y social del país permite, por ejemplo, esquiar o navegar sin necesidad de tener un refugio en la montaña o una casa en la playa. También existe infraestructura techada suficiente para practicar deportes de invierno y más temprano que tarde los pescadores artesanales conseguirán muelles para sus caletas y dar pie a una marina deportiva. ¡Qué decir de los ríos y olas que ya transportan a kayistas o surfistas destacados.! Los lugareños de esas zonas no sólo serían baqueanos o pescadores experimentados sino deportistas de excepción que harían de su convivencia diaria con esos escenarios una ventaja competitiva y un activo más para su éxito deportivo. Para partir, es bastante el sólo sentimiento y la plena convicción que eventos como Sochi o una Gran Regata, pueden ser escenario para un deportista chileno sin más licencia que su talento y vocación. Un avance gigante como un slalom que nos deja mil millas marinas más cerca de nuestro objetivo deportivo.

No hay comentarios: