viernes, 8 de abril de 2011

VIOLENCIA EN LOS ESTADIOS


La violencia en los Estadios es un tema muy particular que a veces hace sonreir y siempre sonrojar a los ciudadanos que desean ir civilizadamente al fútbol. Sonreir por la frescura de delincuentes e indiferencia de las policías al interior del estadio. Sonrojar, por la verguenza de vivir en un país que no es capaz de ganarle el pulso a los delincuentes del fútbol. Hace sonreir la impunidad con la que actúan los delincuentes. Bandidos que comenten delitos comunes y especiales en los estadio, en el barrio y en los medios de transportes públicos en los que se desplazan a los recintos deportivos. Impunidad avalada por el actuar de la policía, aparentemente más preocupada de salir bien parada en las encuestas de percepción y simpatía ciudadana y de cuidar el trabajo evitando la farisea demanda de protección de derechos civiles del criminal zamarreado. Una policía que ha fracasado con su estrategia de seguridad que prefiere convenir y conceder espacios a los barristas para que cometan delitos menores para evitar males mayores. (Como si a usted ante un llamado de auxilio al 133, éste le sugiera que se deje robar una lavadora para garantizar que no le roben el vehículo). Hace sonrojar, cuando hablamos de que las instituciones están con todo avocadas a eliminar la delincuencia y conocemos estas perversas alianzas. Hace sonrojar cuando ciudadanos normales que, por apariencia y actitud, jamás han cometido ni cometerán delito alguno son humillados publicamente en revisiones previas y por la puerta del lado, los delincuentes ingresan libre y campantemente materiales prohibidos e imposibles de ocultar bajo la ropa: bombos; banderas; lienzos; etc. (En la final de la Universidad de Chile con Unión Española de hace 2 temporadas, el carabinero me quitó el diario porque podía ser usado como medio de agresión; ví que las barras tenían bombos y banderas) Se le echa la culpa a los clubes que no empadronan, no persiguen, no rechazan. Los que están a cargo de la seguridad pública son los fiscales, los policías y los jueces. El que responde es el Ejecutivo. Por eso, hay que investigar, perseguir y condenar sin importar la pasividad de los clubes. Puede resultar que los clubes, sí los mismos que ahora son garantes de la seguridad pública en los estadios, sean cómplices o encubridores de esos delincuentes. Falta voluntad política. Falta que dejen de reirse los delincuentes y que empiecen a sonrojarse las autoridades(policías, fiscales, jueces, políticos, etc). Es la hora que disfrutemos los ciudadanos serios.

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