domingo, 27 de noviembre de 2011

La gran omisión en el caso bautizo

Con mucho asombro, desilusión y desconcierto nos hemos enterado de las faltas disciplinarias de los seleccionados chilenos de fútbol.
En momentos que todos discuten si se miente o se omite información sobre problemas estructurales de nuestro fútbol –violencia en los estadios, encubrimiento de barras bravas, calidad de los arbitrajes, etc.- los duros hechos nos vuelven a demostrar que tenemos problemas estructurales endémicos que explican no sólo lo anterior y que ni siquiera las brillantes eliminatorias o triunfos mundialistas han podido solucionar.
En este caso, el problema es más humano que material. La situación de los seleccionados chilenos de fútbol, aún en medio de esta crisis, lo demuestra. Nadie puede desconocer que detrás de cada uno de los jugadores –incluidos los sancionados- hay historias de esfuerzo y talento que son admirables. Es más, detrás del discutido sistema de conducción del entrenador de la selección, hay lecciones de liderazgo exitosas y dignas de ser replicadas.
La historia de nuestro fútbol y, en especial de nuestros futbolistas, puede ser vista como una leyenda negra. Hay argumentos y narradores de sobra para ello. Ni más ni menos negra que la leyenda que cualquiera podría escribir de la política, los negocios, la cultura y otras actividades si todo y a toda hora tuviera la visibilidad que tiene la vida del fútbol, sus dirigentes y sus futbolistas.
Pero la historia de nuestro fútbol, y en especial de nuestros futbolistas, puede ser una digna leyenda. Sí que hay argumentos. Si faltan relatores o públicos dispuestos a escucharla, el problema es nuestro, es del fútbol.
Así como sugeríamos a sus dirigentes y a sus líderes sindicales, estar en la discusión de la educación, porque el colegio y especialmente la universidad atentan contra el deportista, también sugerimos mirar lo que estamos haciendo en la formación de las personas que juegan al fútbol.
Al futbolista le animamos a que se dedique en cuerpo y alma a practicar, a mejorar física y técnicamente, a ganar, a rendir y a generar ingresos.
Le ilusionamos con un gran futuro, le invitamos a subir a un “supercoche” que le llevará al mejor club, a la liga extranjera, a la fama, a la riqueza, a la buena vida, al lugar jamás soñado.
Y quien lo logra es digno de elogio. En el viaje de Vidal, Carmona y los otros, hay esfuerzo y transpiración, mucha transpiración. Con nobleza y solidaridad consiguen pan, techo, abrigo y enderezan una vida de marginalidad para toda una familia. Cargan a sus espaldas, aún a costa de voltearse, a todos los que compartieron con ellos la indigencia.
Buscamos las mejores tecnologías, los mejores recursos, la mejor infraestructura para que nuestros jóvenes futbolistas se suban al “supercoche”.
Sólo una gran omisión: ni un minuto, para enseñarles a manejar el “supercoche” y recordarle, como al César su “ad later”, que es humano.
Ni un segundo para aplaudir y para enseñar, junto con el regate, las buenas costumbres, un gesto educado, el digno fair play. La moral.
Todo se lo traga el gol, sólo el gol y el oropel. Aunque entrenes duro, te comportes dignamente, si la pelota pega en el palo, te traga el gol. Y se estrella el “supercoche”.

Deporte y Educación

El país está volcado en el tema educacional. Las legítimas aspiraciones de la ciudadanía de avanzar desde la cobertura a la calidad y sostenibilidad tanto para alumnos, profesores y establecimientos educacionales nos invita a reflexionar sobre el rol del deporte como herramienta educativa y otras derivadas.
Es indudable que el deporte es una escuela de valores como el esfuerzo, el sacrificio, la lealtad, el trabajo en equipo, el respeto a las reglas del juego, la generosidad, superación, etc y como tal una herramienta educativa que, desgraciadamente, esta desaprovechada en Chile. Los programas deportivos de las escuelas y universidades, públicas y privadas, no pasan de ser instancias “generadoras de transpiración” que en nada contribuyen a formar niños y jóvenes capaces de afrontar las demandas sociales.
En ese entorno, mucho avanzaríamos si en la mesa de conversaciones ponemos el deporte. ¿Debe depender del Ministerio de Educación el Instituto Nacional del Deporte? ¿Se preocupa éste del deporte escolar y universitario como debiera hacerlo en la doble función de herramienta educativa y detección de talentos para el deporte de élite?
Miles de jóvenes escolares tienen condiciones, carecen de medios y técnicos idóneos, no tienen competencias y/o carecen de facilidades para compatibilizar los horarios de entrenamiento con los de estudio.
La Universidad es la tumba de los deportistas. Sólo la buena voluntad o la discrecionalidad de uno u otro docente permite mantenerse en ambos escenarios pero la regla general es que nadie que desee estudiar en serio puede hacer seriamente deporte.
Los clubes deportivos que conducen a los deportes de élite, especialmente el fútbol, compiten en demandar dedicación y esfuerzo con la escuela, olvidando que en la alta competencia lo que distingue a uno de otros no son necesariamente las habilidades físicas que están debidamente entrenadas sino el nivel de aprendizaje y comprensión de variables tácticas y visiones de juego.


Desde el mundo del deporte y en especial desde las organizaciones de deportistas, sindicatos o mutualidades, debiéramos exigir que en el debate de la educación, en algún momento, se converse sobre la conveniencia de tomarse en serio el deporte como herramienta educativa y considerarlo un aliado irrenunciable en la lucha por mayor calidad educativa. Exigir que la autoridad deportiva se preocupe de fomentar y desarrollar el deporte escolar. Conseguir que colegios y universidades den facilidades y reconozcan el derecho a hacer compatible la vida de estudiante de calidad con la de deportista de élite.
Estudiar y hacer deporte, en serio y con calidad, son dos escenarios compatibles si la autoridad está dispuesta a dar facilidades y con ello más oportunidades a la juventud chilena.